Y así, de la nada, te invaden las ganas de escapar. Escapar a algún lugar donde nadie pueda encontrarte. Se te pasa por la cabeza dejar todo, los amigos, la familia, cada lugar al que solías ir. Deseas despertar en la punta del continente más lejano. Empezar a conocer lo desconocido.
Pero sin embargo, algo te lo impide. Más bien alguien. Alguien que jamás podrías dejar atrás, alguien sin el cual no eres nadie. Sientes que se lo debes todo, simplemente por el hecho de aparecer en tu vida.
Y no puedes irte así, sin más. No merece la pena dejar todo si lo que vas a vivir no lo podrás llamar vida. No merece la pena si una parte de ti se queda atrás. No merece porque sencillamente, lo único que necesitas para existir es a él.