martes, 24 de mayo de 2011

Lo que no se puede cambiar.

Porque muchas veces, las cosas no se pueden cambiar. Nos podemos arrepentir, podemos pedir perdón, podemos hacer todo lo que creemos que está en nuestra mano pero lo hecho, hecho está.

No nos paramos a pensar en por qué nos arrepentimos ahora y no hicimos lo correcto en ese momento. Tampoco en por qué hicimos lo que hicimos, dijimos lo que dijimos. Aunque a veces no es el haber dicho o hecho, sino el no haber dicho o el no haber hecho. O nos quedamos cortos, o hacemos de más. No tenemos término medio.

Lo que sé, es que el pasado es pasado. Aunque lo deseemos con todo nuestro ser, no va a cambiar.
¿El problema? Siempre nos guiamos por nuestros impulsos. Y no digo que esté mal, sino que muchas veces nos juega una mala pasada y ya no hay vuelta atrás.

¿La solución? Pararnos a pensar un poquito antes de hacer o decir, antes de dar un paso en falso. Vale que de los errores se aprende, pero a veces el error es tan grande, que las consecuencias no nos van a permitir aprender.