Cuando oía la palabra "fútbol" enseguida me venía a la cabeza la imagen de veintidós jugadores, vestidos ridículamente, corriendo detrás de un balón. Pensaba que era un juego estúpido por el cual pagaban millones a los futbolistas más codiciados del mundo.
Muchos creían que no podían, dijeron que no llegarían. Estaban todos equivocados. Lo lograron, pues cuando te propones algo, tarde o temprano lo consigues.
Once jugadores en el campo, otros tantos en el banquillo. En total, dieciocho jugadores. Pero son mucho más que eso. Son aquellos que se dejan la piel cada vez que pisan el campo de fútbol. Aquellos que luchan contra la derrota y ríen con cada victoria. Aquellos que se superan día a día, partido a partido. Son aquellos que creen que siempre se puede aspirar a mucho más, aún siendo los mejores de la liga. No se rinden por nada del mundo y es por eso por lo que hoy están donde están. ¿Que les queda mucho por recorrer? Segurísimo que sí. Pero, ¿lo conseguirán? Indudablemente.
Porque son los que la arman incluso antes de haber empezado un partido, porque son todos o ninguno, porque de una manera o de otra siempre ganan, aún perdiendo. Porque se dejan la voz con tal de animar al equipo. Porque son los que empapan de agua a tres chicas luego de proclamarse los mejores. Porque son campeones. Porque son invencibles.
