Un sol
que raja las piedras, guiris quemados por la necesidad de broncear su
blanquecina piel, pantalones cortos, aire acondicionado por las noches.
Decorando las calles, copos de nieve, campanas y todo tipo de giraldas
esperando ser encendidos dentro de… ¿un mes? Pues sí, esto es octubre. Que
aunque durante los últimos días haya caído alguna que otra gota de lluvia,
todos sabemos que el sol sigue ahí y que más de uno se va a la playa con
complejo de turista.
En las
puertas de los centros comerciales y tiendas, coloridos carteles con un “se
hacen reserva para Navidad y Reyes” bien grande, para que los niños lo lean,
que diga… los padres. Si es que ya no se tiene en cuenta la ilusión de lo más
pequeños...
Pero
espera, ¿he dicho Navidad? ¿Qué es eso? ¿No era algo del niño Jesús creo que se
llamaba, y el nacimiento de no sé quién con no sé cuál mula y buey? Ah no, que
según Benedicto no había ningún animalillo rondando por ahí. Todavía me
pregunto si hay alguien capaz de resolver estas dudas tan existenciales.
Pero
entonces… ¿y toda esta parafernalia? ¿Qué se celebra? Ah ya entiendo… el
consumismo, ¿no? Sí, sí, el llamado marketing navideño. ¿No sabes lo que es? Yo
te lo explico. Pues mira, el marketing navideño implica decorar las calles meses
antes de la festividad, hartarnos día sí y día también con descansos
publicitarios de “volvemos en cinco minutos” para anunciar todo tipo de
Barbies, casitas de juguetes, Action Man y, no olvidemos, los anuncios de
perfumes que una vez acaban no te acuerdas de cual era porque estabas más
pendiente del tío que del nombre de la fragancia.
Además,
el marketing navideño también es la capacidad y el poder, que solo algunos
poseen, de convertir una fecha tan significativa como es la Navidad en motivo de consumo. Pero tranquilo que
aunque tú no tengas el poder para hacerlo, ellos acabarán convenciéndote de que las decisiones que ellos tomen, son las mejores.
También
te diría que el marketing navideño son los padres y no ese tal Papá Noel, pero
claro, supongo que eso ya lo sabrás gracias a nuestros amigos los carteles de
las tiendas. Ah, se me olvidaba, que si algún día te dicen que la Navidad es
una festividad religiosa que sólo celebran los creyentes, no les creas. No hay
más que ver las casas de los agnósticos y ateos con los árboles de Navidad más
caros, no vaya a ser que el del vecino sea mejor, el portal de Belén más grande
y los mejores regalos de todo el vecindario.