Cuando lloras, la cara se te hincha, los labios se vuelven más gruesos y los mofletes hacen que los ojos empequeñezcan. El corazón late con más fuerza, desenfrenado, sin ritmo. Las piernas te tiemblan y te das cuenta de que no puedes hacer nada para evitarlo. La respiración aumenta su intensidad, se vuelve entrecortada.
Cuando lloras, te sientes vacío, pero a la vez enormemente lleno. El alma ocupa el cien por cien de tu cuerpo, ya no es tu cabeza la que te controla. El cerebro no funciona como lo hace normalmente. La mente se libera y el corazón se llena de nostalgia.
Cuando lloras, te sientes débil.
Cuando dejas de llorar, eres más fuerte.