Me tumbo encima de él, desnuda, y siento cómo su cuerpo se enciende, se despierta con una idea, la misma que la mía. Me paro. Todavía tengo sus ojos atentos encima. Él me besa y me acaricia el pelo, sin prisa. Ahorro palabras; quiero regalarle a él todo mi aliento.
Los músculos del cuello tirantes, la espalda tensa como la cuerda de un violín. El puño cerrado agarrado a la esquina de la sábana. Mi respiración se convierte en la suya, nuestra carne en un bien común. Y ya no distingues si es tu pierna o la suya, nos convertimos en un solo cuerpo.
Nuestros placeres se bañan juntos. Nos quedamos así, abandonados, en esas sábanas manchadas de amor, que no saben guardar un secreto.