Noches pasadas con una mirada perdida y un Bacardi Breezer en la mano o algo más fuerte, un canuto quizás, que así es más fácil divertirse y soltarse. Así es más fácil dejar escapar el alma del cuerpo. Noches en la discoteca, con la música que te late en los oídos, que te recuerda que debes divertirte, que te da una pastilla y aleja el miedo del mundo. Del mundo real, el que hay más allá de la bara, donde la música es sólo palabras y el ritmo lo pone el corazón, que palpita, y vuelve a palpitar, para recordarte que é está, está llí abajo, dentro de ti, y quiere que tú lo escuches. Y tú nada, te importa un carajo tu corazón, que hable solo si tiene ganas... Te tragas una pastilla y sigues bailando.